La digitalización y virtualización de casi todo.

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Parece que estamos en medio de una tormenta perfecta de cambio de paradigma, una tempestad que va desde el uso de nuevas tecnologías en la forma en que nos relacionamos, estudiamos y consumimos a la modificación de perspectivas y el mismo lenguaje.
Y en medio de tantos cambios, hemos digitalizado y virtualizado hasta lo cotidiano.
Y si hay una palabra que se ha utilizado hasta el cansancio es virtual. Y quienes pasaron por los inicios de los chat sabrán que las amistades virtuales eran aquellas que se formaban entre personas de diferentes provincias o países, la condición era que estuvieran lejos y que la única forma de contacto fuese una computadora y una webcam.
Pero ¿se pusieron a pensar que en la actualidad y con tanta mensajería instantánea hemos virtualizado hasta la amistad más cercana y física? Porque cuando estamos almorzando, cenando, tomando un helado o simplemente mirando al horizonte, sacamos una foto y se la enviamos a nuestros amigos, no importa si están lejos o cerca, y ellos a su vez reaccionan ante esta virtualización de la realidad vivida por el otro.
Y ni qué decir de las relaciones sentimentales, porque no solo hay una comunicación sin necesidad de la palabra hablada, sino incluso sin ella, porque hay corazones de colores, y cada color representa una emoción o sentimiento, hay besos, hay abrazos y hasta lágrimas (??❤???????? )

Y a esta carrera de virtualizar lo cotidiano, se le sumó la economía que se vuelve cada día mas digital y aparecen las criptomonedas, a las que les tenemos miedo o no confiamos, porque claro, a pesar virtualizar casi todo, aún necesitamos tener el billete, la forma palpable del dinero o al menos eso creemos. Porque no hace falta hablar de Bitcoins o Ethereum para hablar de digitalización y virtualización en la economía. Porque si miramos nuestros celulares lo más probable es que tengamos al menos una app de home banking y cuando operamos desde allí ya estamos haciendo operaciones virtuales y trabajando con dinero que en ese momento no es más un dato, un número. Y aunque tengamos el billete si recurrimos a la forma más elemental del análisis semiótico, no sería más que un papel de ciertas dimensiones, impreso con ciertas características y con un número en él. El valor se lo damos de manera social, por lo tanto también estamos frente a la virtualización social de darle valor a algo.

Y si hacemos un paso más allá, y si tenemos dinero en una cuenta bancaria o a través de una app, entonces podemos entrar y hacer compras en el fascinante mundo de las tiendas en línea por lo tanto digitalizadas y virtuales.
¿Por qué fascinante? Porque empezamos utilizando el buscador para encontrar lo que buscamos, o su equivalente digitalizado, una foto con las características de dicho producto. Y si hay un chat disponible, tenemos también a nuestro vendedor virtual, al que le preguntamos pero como ya no confiamos en el discurso de las marcas, dejamos el chat y nos internamos en una búsqueda de todos los detalles, desde videos de review hasta los comentarios de los otros compradores. Porque en este momento no hay mayor influencer que un comprador satisfecho que hace comentarios positivos de un producto.

Una vez que no quedan dudas si es el producto que creemos que necesitamos empieza la paranoia de la compra segura, porque hay que colocar datos de tarjetas de crédito y datos personales, aunque las plataformas de pago seguras ya se han ganado la confianza de sus usuarios. De esta manera en un proceso que puede durar unos minutos o varios días de acuerdo a nuestra investigación previa termina nuestro recorrido virtual de compra en donde intervienen procesos totalmente virtuales incluidos el de pago y comienza lo que creemos es la última etapa de nuestra compra, la espera de lo físico, palpable y concreto: el paquete con nuestro producto.
Mientras por supuesto que seguimos paso a paso el rastro de nuestro paquete, porque eso también está virtualizado y prácticamente sabemos minuto a minuto dónde se encuentra nuestra compra. Y al fin llega a nuestra puerta, tenemos eso que tanto nos costó comprar, que tantas horas de investigar nos llevó y creemos que ahí se terminó todo, que después de pasar por la experiencia de la compra virtual llegamos al desenlace en donde vemos, tocamos y miramos eso que compramos.
Pero no, no se termina ahí, porque después de tantas horas en línea y de tanta espera por ese paquete, volvemos al mundo virtual, a las redes sociales a mostrar lo que compramos, a contar la experiencia para que otros la lean, volvemos sobre la publicación y dejamos nuestro propio comentario, y así volvemos al retroalimentar el circuito virtual de compra y una vez volvemos a internarnos en la virtualización de casi todo.


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